jueves, 21 de junio de 2007

Gobierno dogmático

Gobierno dogmáticoEl desacertado manejo político del actual gobierno (y también del anterior) ha ido afectando cada vez más la vida diaria del chileno promedio. Para muestra, algunos botones:

  • Educación: La calidad de la educación es mala, sobre todo en los establecimientos públicos, y no se toma ninguna medida seria para revertir esta situación. El diagnóstico hecho por el gobierno es que la causa fundamental de la mala calidad en la educación se debe a la participación privada en ésta, a la existencia de pruebas de selección de alumnos y a la no existencia de una superintendencia que norme contenidos y procedimientos educativos. Este es uno de los diagnósticos más desacertados que he visto.

  • Delincuencia: Aquí no se ha hecho nada en lo fundamental. Se evidencia un aumento alarmante en los hechos delictivos. La cultura lumpen penetra cada vez más en los jóvenes de varios sectores socioeconómicos. Estamos en presencia de una cada vez más marcada colombianización. La reacción del gobierno es nula, mientras aumenta el sentimiento de indefensión en la población.

  • Transporte: El Transantiago es un monumento a la estupidez humana. Se subsidia un sistema que es peor que el sistema anterior, pero que por lo menos se mantenía solo. También se gastan millones de dólares en el afán de revivir la momia de ferrocarriles del estado, un servicio que nadie lo está pidiendo por razones instrumentales, excepto por razones románticas de poder andar de nuevo en tren igual que antaño. Trenes turísticos debieran ser explotados por privados, no el estado.


El factor común en todos los desastres anteriores es la visión o creencia de que es el estado el llamado a diseñar el bienestar de los ciudadanos, dando las espaldas al mercado. Esta visión, excesivamente ideologizada, nos indica que aún existen termocéfalos que pretenden pautear la vida de todo un país desde el dogma ideológico.

Es cierto que el mercado por sí solo no es capaz de asignar recursos de manera completamente equitativa dentro de un sistema económico. Sin embargo, esto indica que la dinámica del mercado debe complementarse con adecuadas políticas sociales que garanticen equidad, pero en ningún caso diseñar dichas políticas olvidando completamente las dinámicas de mercado. ¿Cuándo aprenderán esto que es tán básico y verificable en un montón de casos en todo el mundo?

miércoles, 6 de junio de 2007

El periodismo en decadencia

Mario Vargas LlosaDebido a que me interpreta completamente, reproduzco a continuación un artículo de Vargas Llosa publicado en el diario El País del día 3 de junio de 2007.

La civilización del espectáculo


MARIO VARGAS LLOSA en El País 03/06/2007.

En algún momento, en la segunda mitad del siglo XX, el periodismo de las sociedades abiertas de Occidente empezó a relegar discretamente a un segundo plano las que habían sido sus funciones principales -informar, opinar y criticar- para privilegiar otra que hasta entonces había sido secundaria: divertir. Nadie lo planeó y ningún órgano de prensa imaginó que esta sutil alteración de las prioridades del periodismo entrañaría cambios tan profundos en todo el ámbito cultural y ético. Lo que ocurría en el mundo de la información era reflejo de un proceso que abarcaba casi todos los aspectos de la vida social. La civilización del espectáculo había nacido y estaba allí para quedarse y revolucionar hasta la médula instituciones y costumbres de las sociedades libres.

¿A qué viene esta reflexión? A que desde hace cinco días no hallo manera de evitar darme de bruces, en periódico que abro o programa noticioso que oigo o veo, con el cuerpo desnudo de la señora Cecilia Bolocco de Menem. No tengo nada contra los desnudos, y menos contra los que parecen bellos y bien conservados, tal el de la señora Bolocco, pero sí contra la aviesa manera como esas fotografías han sido tomadas y divulgadas por el fotógrafo, a quien, según la prensa de esta mañana, su hazaña periodística le ha reportado ya 300.000 dólares de honorarios, sin contar la desconocida suma que, por lo visto, según la chismografía periodística, la señora Bolocco le pagó para que no divulgara otras imágenes todavía más comprometedoras. ¿Por qué tengo que estar yo enterado de estas vilezas y negociaciones sórdidas? Simplemente, porque para no enterarme de ellas tendría que dejar de leer periódicos y revistas y de ver y oír programas televisivos y radiales, donde no exagero si digo que los pechos y el trasero de la señora de Menem han enanizado todo, desde las degollinas de Irak y el Líbano, hasta la toma de Radio Caracas Televisión por el Gobierno de Hugo Chávez y el triunfo de Nicolas Sarkozy en las elecciones francesas.

Ésas son las consecuencias de aceptar que la primera obligación de los medios es entretener y que la importancia de la información está en relación directamente proporcional a las dosis de espectacularidad que pueda generar. Si ahora parece perfectamente aceptable que un fotógrafo viole la privacidad de cualquier persona conocida para exponerla en cueros o haciendo el amor con un amante ¿cuánto tiempo más hará falta para que la prensa regocije a los aburridos lectores o espectadores ávidos de escándalo mostrándoles violaciones, torturas y asesinatos en trance de ejecutarse? Lo más extraordinario, como índice del aletargamiento moral que ha resultado de concebir el periodismo en particular, y la cultura en general, como diversión y espectáculo, es que el paparazzi que se las arregló para llevar sus cámaras hasta la intimidad de la señora Bolocco, es considerado poco menos que un héroe debido a su soberbia performance, que, por lo demás, no es la primera de esa estirpe que perpetra ni será la última.

Protesto, pero es idiota de mi parte, porque sé que se trata de un problema sin solución. La alimaña que tomó aquellas fotos no es una rara avis, sino producto de un estado de cosas que induce al comunicador y al periodista a buscar, por encima de todo, la primicia, la ocurrencia audaz e insólita, que pueda romper más convenciones y escandalizar más que ninguna otra. (Y si no la encuentra, a fabricarla). Y como nada escandaliza ya en sociedades donde casi todo está permitido, hay que ir cada vez más lejos en la temeridad informativa, valiéndose de todo, aplastando cualquier escrúpulo, con tal de producir el scoop que dé que hablar. Dicen que, en su primera entrevista con Jean Cocteau, Sartre le rogó: “¡Escandalíceme, por favor!”. Eso es lo que espera hoy día el gran público del periodismo. Y el periodismo, obediente, trata afanosamente de chocarlo y espantarlo, porque ésta es la más codiciada diversión, el estremecimiento excitante de la hora.

No me refiero sólo a la prensa amarilla, a la que no leo. Pero esa prensa, por desgracia, desde hace tiempo contamina con su miasma a la llamada prensa seria, al extremo de que las fronteras entre una y otra resultan cada vez más porosas. Para no perder oyentes y lectores, la prensa seria se ve arrastrada a dar cuenta de los escándalos y chismografías de la prensa amarilla y de este modo contribuye a la degradación de los niveles culturales y éticos de la información. Por otra parte, la prensa seria no se atreve a condenar abiertamente las prácticas repelentes e inmorales del periodismo de cloaca porque teme -no sin razón- que cualquier iniciativa que se tome para frenarlas vaya en desmedro de la libertad de prensa y el derecho de crítica.

A ese disparate hemos llegado: a que una de las más importantes conquistas de la civilización, la libertad de expresión y el derecho de crítica, sirva de coartada y garantice la inmunidad para el libelo, la violación de la privacidad, la calumnia, el falso testimonio, la insidia y demás especialidades del amarillismo periodístico.

Se me replicará que en los países democráticos existen jueces y tribunales y leyes que amparan los derechos civiles a los que las víctimas de estos desaguisados pueden acudir. Eso es cierto en teoría, sí. En la práctica, es raro que un particular ose enfrentarse a esas publicaciones, algunas de las cuales son muy poderosas y cuentan con grandes recursos, abogados e influencias difíciles de derrotar, y que lo desanime a entablar acciones judiciales lo costosas que éstas resultan en ciertos países, y lo enredadas e interminables que son. Por otra parte, los jueces se sienten a menudo inhibidos de sancionar ese tipo de delitos porque temen crear precedentes que sirvan para recortar las libertades públicas y la libertad informativa. En verdad, el problema no se confina en el ámbito jurídico. Se trata de un problema cultural. La cultura de nuestro tiempo propicia y ampara todo lo que entretiene y divierte, en todos los dominios de la vida social, y por eso, las campañas políticas y las justas electorales son cada vez menos un cotejo de ideas y programas, y cada vez más eventos publicitarios, espectáculos en los que, en vez de persuadir, los candidatos y los partidos tratan de seducir y excitar, apelando, como los periodistas amarillos, a las bajas pasiones o los instintos más primitivos, a las pulsiones irracionales del ciudadano antes que a su inteligencia y su razón. Se ha visto esto no sólo en las elecciones de países subdesarrollados, donde aquello es la norma, también en las recientes elecciones de Francia y España, donde han abundado los insultos y las descalificaciones escabrosas.

La civilización del espectáculo tiene sus lados positivos, desde luego. No está mal promover el humor, la diversión, pues sin humor, goce, hedonismo y juego, la vida sería espantosamente aburrida. Pero si ella se reduce cada vez más a ser sólo eso, triunfan la frivolidad, el esnobismo y formas crecientes de idiotez y chabacanería por doquier. En eso estamos, o por lo menos están en ello sectores muy amplios de -vaya paradoja- las sociedades que gracias a la cultura de la libertad han alcanzado los más altos niveles de vida, de educación, de seguridad y de ocio del planeta.

Algo falló, pues, en algún momento. Y valdría la pena reaccionar, antes de que sea demasiado tarde. La civilización del espectáculo en que estamos inmersos acarrea una absoluta confusión de valores. Los iconos o modelos sociales -las figuras ejemplares- lo son, ahora, básicamente, por razones mediáticas, pues la apariencia ha reemplazado a la sustancia en la apreciación pública. No son las ideas, la conducta, las hazañas intelectuales y científicas, sociales o culturales, las que hacen que un individuo descuelle y gane el respeto y la admiración de sus contemporáneos y se convierta en un modelo para los jóvenes, sino las personas más aptas para ocupar las primeras planas de la información, así sea por los goles que mete, los millones que gasta en fiestas faraónicas o los escándalos que protagoniza. La información, en consecuencia, concede cada vez más espacio, tiempo, talento y entusiasmo a ese género de personajes y sucesos. Es verdad que siempre existió, en el pasado, un periodismo excremental, que explotaba la maledicencia y la impudicia en todas sus manifestaciones, pero solía estar al margen, en una semiclandestinidad donde lo mantenían, más que leyes y reglamentos, los valores y la cultura imperantes. Hoy ese periodismo ha ganado derecho de ciudad pues los valores vigentes lo han legitimado. Frivolidad, banalidad, estupidización acelerada del promedio es uno de los inesperados resultados de ser, hoy, más libres que nunca en el pasado.

Esto no es una requisitoria contra la libertad, sino contra una deriva perversa de ella, que puede, si no se le pone coto, suicidarla. Porque no sólo desaparece la libertad cuando la reprimen o la censuran los gobiernos despóticos. Otra manera de acabar con ella es vaciándola de sustancia, desnaturalizándola, escudándose en ella para justificar atropellos y tráficos indignos contra los derechos civiles.

La existencia de este fenómeno es un efecto lateral de dos conquistas básicas de la civilización: la libertad y el mercado. Ambas han contribuido extraordinariamente al progreso material y cultural de la humanidad, a la creación del individuo soberano y al reconocimiento de sus derechos, a la coexistencia, a hacer retroceder la pobreza, la ignorancia y la explotación. Al mismo tiempo, la libertad ha permitido que esa reorientación del periodismo hacia la meta primordial de divertir a lectores, oyentes y televidentes, fuera desarrollándose en proporciones cancerosas, atizada por la competencia que los mercados exigen. Si hay un público ávido de ese alimento, los medios se lo dan, y si ese público, educado (o maleducado, más bien) por ese producto periodístico, lo exige cada vez en mayores dosis, divertir será el motor y el combustible de los medios cada día más, al extremo de que en todas las secciones y formas del periodismo aquella predisposición va dejando su impronta, su marca distorsionadora. Hay, desde luego, quienes dicen que más bien ocurre lo opuesto: que la chismografía, el esnobismo, la frivolidad y el escándalo han prendido en el gran público por culpa de los medios, lo que sin duda también es cierto, pues una cosa y la otra no se excluyen, se complementan.

Cualquier intento de frenar legalmente el amarillismo periodístico equivaldría a establecer un sistema de censura y eso tendría consecuencias trágicas para el funcionamiento de la democracia. La idea de que el poder judicial puede, sancionando caso por caso, poner límite al libertinaje y violación sistemática de la privacidad y el derecho al honor de los ciudadanos, es una posibilidad abstracta totalmente desprovista de consecuencias, en términos realistas. Porque la raíz del mal es anterior a esos mecanismos: está en una cultura que ha hecho de la diversión el valor supremo de la existencia, al cual todos los viejos valores, la decencia, el cuidado de las formas, la ética, los derechos individuales, pueden ser sacrificados sin el menor cargo de conciencia. Estamos, pues, condenados, nosotros, ciudadanos de los países libres y privilegiados del planeta, a que las tetas y culos de los famosos y sus “bellaquerías” gongorinas, sigan siendo nuestro alimento cotidiano.

jueves, 24 de mayo de 2007

Tribus urbanas

Tribus urbanasDe un tiempo a esta parte se ha instalado el término "tribus urbanas"  para referirse a las diferentes agrupaciones de jóvenes que comparten algún interés común junto con una alta necesidad de pertenencia. Es así como surgen grupos tales como los "emo", "otakus", "pokemon", "okupas", "anarquistas", "skinheads", "neonazis", etc.

El discurso común de sociólogos y psicólogos es que estos grupos se forman básicamente en el contexto de una búsqueda de espacios de expresión y de identidad propia, debido a que la sociedad no satisface sus expectativas.

La mayor parte de estos grupos son inofensivos y no se diferencian mucho de algun grupo de interés normal. El problema son aquellas tribus urbanas de carácter abiertamente violentista y delictual. Hay una línea muy delgada entre este tipo de tribus y el pandillismo común y corriente.

Es peligroso tratar de justificar el accionar delictual de muchas estas tribus apelando a que "estos chicos solamente buscan un espacio de expresión". He escuchado a varios sociólogos argumentando de esta forma.

Ningún acto delictual es justificable. Las tribus urbanas deben validarse en base al respeto a las personas y a la propiedad pública y privada. Sólo en estos términos pueden ser aceptadas en el seno de una sociedad no excluyente.

martes, 22 de mayo de 2007

Cifras para pensar

La siguiente presentación contiene datos y cifras que ayudan a comprender la magnitud del cambio tecnológico y cultural que estamos viviendo actualmente.

[slideshare id=33834&doc=shift-happens-23665&w=425]

domingo, 13 de mayo de 2007

Hyperaprendizaje

HyperaprendizajeHoy en la mañana estuve viendo un programa en la televisión, en donde estrevistaban a Hervé Fisher, artista y filósofo, quien manifestaba que la educación actual debiera ser guiada más por la lógica del multienlazado (algo así como el hipertexto) que por la linealidad típica que caracteriza a los sistemas educacionales actuales. De  este modo, debieran usarse las TI adoptando la filosofía del hypertexto o hypermedia en vez de solamente subir documentos a la web  complementando una clase expositiva.

Es incuestionable el valor y las posibilidades de acción que surgen de tales esquemas de "hyperaprendizaje". De partida, el aparente desorden de contenidos en un curso diseñado con este esquema, aporta mucho desde el punto de vista de fomentar la capacidad de análisis de la información, enriqueciendo y acelerando la capacidad interpretativa y de formación de juicios.

Sin embargo, como todas las cosas, esto también tiene su límite. Hay materias o contenidos que, por su naturaleza, es mejor que sean enseñados de una forma más lineal. Así, por ejemplo, las materias que describen procesos (químicos, biológicos, matemáticos, etc.) deben mantener necesariamente una linealidad en su enseñanza puesto que dichos procesos se organizan en una secuencialidad lineal que le es propia.

Más generalmente, los propios procesos de enseñanza-aprendizaje, son procesos que articulan diversos contenidos en función de determinados niveles de logro. De esta forma, la gestión del aprendizaje es también lineal dada su secuencialidad.

viernes, 27 de abril de 2007

Imaginación y Lenguaje

lenguajeHace un par de semanas atrás fué publicado un estudio efectuado por la Universidad Católica, en donde se evaluaba el desempeño comunicacional de los alumnos novatos que recién ingresaban al sistema  universitario.

 Entre las conclusiones obviamente están las bajas calificaciones obtenidas en ortografía y vocabulario. Esta conclusión no es muy novedosa toda vez que existen otros estudios que también demuestran el reducido lenguaje que manejan muchos adolecentes, junto a limitaciones en el momento de leer y analizar textos.

La novedad del estudio de la UC es que, contrariamente a lo que se piensa, el uso de la internet no perjudica la capacidad de lenguaje escrito; por el contrario, la mejora. El análisis constató que los alumnos que usan este medio con mayor frecuencia tienen un rendimiento significativamente mayor que quienes lo hacen infrecuentemente. Además, se observa que hay una leve diferencia en el ensayo favorable a quienes leen más libros. Por ello, los resultados demuestran que la relación entre consumo de medios de comunicación y la capacidad para expresar ideas en forma escrita contrasta con la creencia de que el consumo de éstos perjudicaría el buen uso del idioma. En particular, los análisis arrojan que no hay una relación negativa con el uso de medios audiovisuales, aunque tampoco una clara relación positiva con el empleo de medios escritos.

Todo esto indica que más que tratar de desarrollar el lenguaje mediante la lectura de textos, existen otras alternativas audiovisuales que ayudan a desarrollar las capacidades interpretativas, asociadas a la capacidad de imaginación. Después de todo, los procesos interpretativos subyacen a la lectura de textos.

Es importante desarrollar primero esta capacidad interpretativa-imaginativa y luego el vocabulario necesario para describir estas interpretaciones. No sacamos nada con hacer leer aburridos textos a los pobres estudiantes si dichos textos no motivan procesos interpretativos interesantes. Mejor sería utilizar relatos o historias audiovisuales motivadoras, sobre las cuales se puedan elaborar ensayos que servirían para desarrollar el lenguaje.

Hay que tener buenas excusas o motivos para trabajar con el desarrollo del lenguaje. Las herramientas multimediales pueden aportar mucho en este aspecto. Esto ha sido señalado antes por muchas personas, pero ahora hay estudios que respaldan esta idea.

lunes, 16 de abril de 2007

El culto al feísmo

Acceso principal, Gral. LagosAcceso calle Vicente Perez Rosales

Desde hace algún tiempo, rige en Valdivia un decreto municipal que regula las características arquitectónicas que deben tener las nuevas obras que se construyen en el sector de calle Gral. Lagos, desde el centro de la ciudad hasta calle Bilbao.

La verdad es que en dicho sector hay varias casas antiguas, algunas bien bonitas, con un estilo arquitectónico bien definido y otras no muy agraciadas, son simplemente casas funcionales sin ningún acento arquitectónico en particular. Muchas de estas casas simples están revestidas con planchas de zinc pintado. Algún arquitecto de la dirección de obras de la municipalidad quiso ver en estas casas de lata, de estética bastante discutible, una especie de sello distintivo del sector.

Por esta razón muchos de los proyectos de construcción actuales han debido enmascararse con esta impronta de dudosa estética. La foto que aparece en la parte superior izquierda corresponde a un conjunto de edificios de departamentos que tuvo que tapar su fachada a la calle Gral. Lagos con una casa de lata (que está en etapa de terminaciones). La foto de la derecha corresponde al mismo conjunto habitacional pero desde su acceso posterior por otra calle. (Pinchar sobre las fotos para ver más detalles).

Para mi gusto, me agrada más esta última vista. ¿Porqué alguien debe dictaminar y determinar los estilos arquitectónicos, con un sentido de estética discutible?. Se supone que sobre gustos no debiera haber nada escrito y menos normado.

En último término, si se desea mantener la armonía arquitectónica en un sector, pienso que deben existir formas más imaginativas que simplemente homegeinizar lo feo. Después de todo, la imaginación debiera ser uno de los sentidos más desarrollados en los profesionales arquitectos.