viernes, 17 de agosto de 2007

El racismo tecnológico

Contaminación

Es increíble como hoy en Chile la sola mención de la palabra "energía nuclear" hace saltar a los fundamentalistas ecológicos lanzando todo tipo de proclamas y frases prehechas en contra esta tecnología. En rigor, parece ser que están en contra de todo tipo de tecnologías. Organismos como Greenpeace abogan por la instalación de un pensamiento único y excluyente, en donde el mundo funciona en base a sistemas de producción artesanales rodeado de verde y flores. Un paraíso para los "artesas" y todo tipo de hippies trasnochados, pero completamente impracticable desde el punto de vista de la sustentabilidad.

Por otra parte, es preocupante como esta nueva religión del oscurantismo verde ha atrapado incluso a muchos connotados académicos que, dejando de lado el método científico, han abrazado los dogmas del ecologismo histérico.

Para muestra, un botón. En europa, el IPCC (panel intergubernamental para el cambio climático) ha definido por primera vez la energía nuclear como un medio útil para limitar las emisiones de CO2 a un coste competitivo. Una afirmación que rescata el positivo impacto ecológico de la energía nuclear, sobre todo en la generación de electricidad, a pesar de sus tres grandes problemas (proliferación, residuos y riesgo). Sin embargo, Greenpeace se ha encargado de difundir sólo estos tres problemas sin hacer mención al tema del CO2, todo esto amplificado por varias "comunidades científicas". Típico del sectarismo tendencioso. La gestión comunicacional de Greenpeace es copia fiel del Ministerio de Propaganda de Hitler.

jueves, 9 de agosto de 2007

The Long Tail

The Long TailC. Anderson, editor jefe de Wired Magazine, escribió a finales del 2004 el artículo The Long Tail, que ha tenido bastante repercusión, en el que presenta un nuevo modelo económico favorecido por Internet.

Según él, Internet y el entorno digital han cambiado las leyes de distribución y las reglas del mercado. La reducción en el coste de almacenamiento y distribución que permiten las nuevas tecnologías, hace que no sea ya necesario focalizar el negocio sólo en unos pocos productos de éxito, en los superventas. Ha surgido un nuevo mercado (la cola larga del gráfico) basado en la suma o acumulación de todas las pequeñas ventas de muchos productos, que puede igualar o superar al mercado de los superventas. Son el antiguo mercado de masas y el nuevo nicho de mercados, representados por la cabeza y la cola de la conocida gráfica de distribución estadística. Un ejemplo que refrenda lo anterior es Amazon. com, más del 50% de los ingresos de la venta de los libros de Amazon proviene de aquellos libros que no son los más vendidos. En otras palabras, Amazon gana más vendiendo aquellos libros extraños, difíciles de encontrar en las librerías.

Esto implica que en los nuevos mercados no tendría validez la ley de Pareto, aquella que indicaba que el 80% de los ingresos provenía del 20% de los productos y usuarios.

Son muchos los sitios y blogs que se han entusiasmado mucho con este asunto, al punto de llegar a apostar que en un futuro próximo, todo el mercado se comportará siguiendo el modelo de la cola larga.

Personalmente, considero que la segmentación de mercados tiene un límite. Probablemente en algunos ámbitos la cola larga se siga extendiendo, pero en contrapartida, siempre existirán mercados masivos que convergen en diferentes ámbitos para los cuales se seguirá cumpliendo la regla del 80/20. De hecho, hoy en día se verifica una creciente expansión en los mercados masivos de materias primas y productos básicos. Hay otro tipo de industrias, como la del entretenimiento, que se tornan también cada vez más convergente hacia un público masivo.

Por otra parte, no todos los sistemas productivos son susceptibles de ser flexibilizados al punto de atender demandas demasiado puntuales. No es posible que una fábrica de papel en Chile se adapte para satisfacer una demanda específica de una imprenta en un barrio de Saygón. El [just in time + flexibilidad] tiene un límite para ciertos sistemas productivos. Ese límite está fijado por restricciones de tipo tecnológicas y económicas.

jueves, 21 de junio de 2007

Gobierno dogmático

Gobierno dogmáticoEl desacertado manejo político del actual gobierno (y también del anterior) ha ido afectando cada vez más la vida diaria del chileno promedio. Para muestra, algunos botones:

  • Educación: La calidad de la educación es mala, sobre todo en los establecimientos públicos, y no se toma ninguna medida seria para revertir esta situación. El diagnóstico hecho por el gobierno es que la causa fundamental de la mala calidad en la educación se debe a la participación privada en ésta, a la existencia de pruebas de selección de alumnos y a la no existencia de una superintendencia que norme contenidos y procedimientos educativos. Este es uno de los diagnósticos más desacertados que he visto.

  • Delincuencia: Aquí no se ha hecho nada en lo fundamental. Se evidencia un aumento alarmante en los hechos delictivos. La cultura lumpen penetra cada vez más en los jóvenes de varios sectores socioeconómicos. Estamos en presencia de una cada vez más marcada colombianización. La reacción del gobierno es nula, mientras aumenta el sentimiento de indefensión en la población.

  • Transporte: El Transantiago es un monumento a la estupidez humana. Se subsidia un sistema que es peor que el sistema anterior, pero que por lo menos se mantenía solo. También se gastan millones de dólares en el afán de revivir la momia de ferrocarriles del estado, un servicio que nadie lo está pidiendo por razones instrumentales, excepto por razones románticas de poder andar de nuevo en tren igual que antaño. Trenes turísticos debieran ser explotados por privados, no el estado.


El factor común en todos los desastres anteriores es la visión o creencia de que es el estado el llamado a diseñar el bienestar de los ciudadanos, dando las espaldas al mercado. Esta visión, excesivamente ideologizada, nos indica que aún existen termocéfalos que pretenden pautear la vida de todo un país desde el dogma ideológico.

Es cierto que el mercado por sí solo no es capaz de asignar recursos de manera completamente equitativa dentro de un sistema económico. Sin embargo, esto indica que la dinámica del mercado debe complementarse con adecuadas políticas sociales que garanticen equidad, pero en ningún caso diseñar dichas políticas olvidando completamente las dinámicas de mercado. ¿Cuándo aprenderán esto que es tán básico y verificable en un montón de casos en todo el mundo?

miércoles, 6 de junio de 2007

El periodismo en decadencia

Mario Vargas LlosaDebido a que me interpreta completamente, reproduzco a continuación un artículo de Vargas Llosa publicado en el diario El País del día 3 de junio de 2007.

La civilización del espectáculo


MARIO VARGAS LLOSA en El País 03/06/2007.

En algún momento, en la segunda mitad del siglo XX, el periodismo de las sociedades abiertas de Occidente empezó a relegar discretamente a un segundo plano las que habían sido sus funciones principales -informar, opinar y criticar- para privilegiar otra que hasta entonces había sido secundaria: divertir. Nadie lo planeó y ningún órgano de prensa imaginó que esta sutil alteración de las prioridades del periodismo entrañaría cambios tan profundos en todo el ámbito cultural y ético. Lo que ocurría en el mundo de la información era reflejo de un proceso que abarcaba casi todos los aspectos de la vida social. La civilización del espectáculo había nacido y estaba allí para quedarse y revolucionar hasta la médula instituciones y costumbres de las sociedades libres.

¿A qué viene esta reflexión? A que desde hace cinco días no hallo manera de evitar darme de bruces, en periódico que abro o programa noticioso que oigo o veo, con el cuerpo desnudo de la señora Cecilia Bolocco de Menem. No tengo nada contra los desnudos, y menos contra los que parecen bellos y bien conservados, tal el de la señora Bolocco, pero sí contra la aviesa manera como esas fotografías han sido tomadas y divulgadas por el fotógrafo, a quien, según la prensa de esta mañana, su hazaña periodística le ha reportado ya 300.000 dólares de honorarios, sin contar la desconocida suma que, por lo visto, según la chismografía periodística, la señora Bolocco le pagó para que no divulgara otras imágenes todavía más comprometedoras. ¿Por qué tengo que estar yo enterado de estas vilezas y negociaciones sórdidas? Simplemente, porque para no enterarme de ellas tendría que dejar de leer periódicos y revistas y de ver y oír programas televisivos y radiales, donde no exagero si digo que los pechos y el trasero de la señora de Menem han enanizado todo, desde las degollinas de Irak y el Líbano, hasta la toma de Radio Caracas Televisión por el Gobierno de Hugo Chávez y el triunfo de Nicolas Sarkozy en las elecciones francesas.

Ésas son las consecuencias de aceptar que la primera obligación de los medios es entretener y que la importancia de la información está en relación directamente proporcional a las dosis de espectacularidad que pueda generar. Si ahora parece perfectamente aceptable que un fotógrafo viole la privacidad de cualquier persona conocida para exponerla en cueros o haciendo el amor con un amante ¿cuánto tiempo más hará falta para que la prensa regocije a los aburridos lectores o espectadores ávidos de escándalo mostrándoles violaciones, torturas y asesinatos en trance de ejecutarse? Lo más extraordinario, como índice del aletargamiento moral que ha resultado de concebir el periodismo en particular, y la cultura en general, como diversión y espectáculo, es que el paparazzi que se las arregló para llevar sus cámaras hasta la intimidad de la señora Bolocco, es considerado poco menos que un héroe debido a su soberbia performance, que, por lo demás, no es la primera de esa estirpe que perpetra ni será la última.

Protesto, pero es idiota de mi parte, porque sé que se trata de un problema sin solución. La alimaña que tomó aquellas fotos no es una rara avis, sino producto de un estado de cosas que induce al comunicador y al periodista a buscar, por encima de todo, la primicia, la ocurrencia audaz e insólita, que pueda romper más convenciones y escandalizar más que ninguna otra. (Y si no la encuentra, a fabricarla). Y como nada escandaliza ya en sociedades donde casi todo está permitido, hay que ir cada vez más lejos en la temeridad informativa, valiéndose de todo, aplastando cualquier escrúpulo, con tal de producir el scoop que dé que hablar. Dicen que, en su primera entrevista con Jean Cocteau, Sartre le rogó: “¡Escandalíceme, por favor!”. Eso es lo que espera hoy día el gran público del periodismo. Y el periodismo, obediente, trata afanosamente de chocarlo y espantarlo, porque ésta es la más codiciada diversión, el estremecimiento excitante de la hora.

No me refiero sólo a la prensa amarilla, a la que no leo. Pero esa prensa, por desgracia, desde hace tiempo contamina con su miasma a la llamada prensa seria, al extremo de que las fronteras entre una y otra resultan cada vez más porosas. Para no perder oyentes y lectores, la prensa seria se ve arrastrada a dar cuenta de los escándalos y chismografías de la prensa amarilla y de este modo contribuye a la degradación de los niveles culturales y éticos de la información. Por otra parte, la prensa seria no se atreve a condenar abiertamente las prácticas repelentes e inmorales del periodismo de cloaca porque teme -no sin razón- que cualquier iniciativa que se tome para frenarlas vaya en desmedro de la libertad de prensa y el derecho de crítica.

A ese disparate hemos llegado: a que una de las más importantes conquistas de la civilización, la libertad de expresión y el derecho de crítica, sirva de coartada y garantice la inmunidad para el libelo, la violación de la privacidad, la calumnia, el falso testimonio, la insidia y demás especialidades del amarillismo periodístico.

Se me replicará que en los países democráticos existen jueces y tribunales y leyes que amparan los derechos civiles a los que las víctimas de estos desaguisados pueden acudir. Eso es cierto en teoría, sí. En la práctica, es raro que un particular ose enfrentarse a esas publicaciones, algunas de las cuales son muy poderosas y cuentan con grandes recursos, abogados e influencias difíciles de derrotar, y que lo desanime a entablar acciones judiciales lo costosas que éstas resultan en ciertos países, y lo enredadas e interminables que son. Por otra parte, los jueces se sienten a menudo inhibidos de sancionar ese tipo de delitos porque temen crear precedentes que sirvan para recortar las libertades públicas y la libertad informativa. En verdad, el problema no se confina en el ámbito jurídico. Se trata de un problema cultural. La cultura de nuestro tiempo propicia y ampara todo lo que entretiene y divierte, en todos los dominios de la vida social, y por eso, las campañas políticas y las justas electorales son cada vez menos un cotejo de ideas y programas, y cada vez más eventos publicitarios, espectáculos en los que, en vez de persuadir, los candidatos y los partidos tratan de seducir y excitar, apelando, como los periodistas amarillos, a las bajas pasiones o los instintos más primitivos, a las pulsiones irracionales del ciudadano antes que a su inteligencia y su razón. Se ha visto esto no sólo en las elecciones de países subdesarrollados, donde aquello es la norma, también en las recientes elecciones de Francia y España, donde han abundado los insultos y las descalificaciones escabrosas.

La civilización del espectáculo tiene sus lados positivos, desde luego. No está mal promover el humor, la diversión, pues sin humor, goce, hedonismo y juego, la vida sería espantosamente aburrida. Pero si ella se reduce cada vez más a ser sólo eso, triunfan la frivolidad, el esnobismo y formas crecientes de idiotez y chabacanería por doquier. En eso estamos, o por lo menos están en ello sectores muy amplios de -vaya paradoja- las sociedades que gracias a la cultura de la libertad han alcanzado los más altos niveles de vida, de educación, de seguridad y de ocio del planeta.

Algo falló, pues, en algún momento. Y valdría la pena reaccionar, antes de que sea demasiado tarde. La civilización del espectáculo en que estamos inmersos acarrea una absoluta confusión de valores. Los iconos o modelos sociales -las figuras ejemplares- lo son, ahora, básicamente, por razones mediáticas, pues la apariencia ha reemplazado a la sustancia en la apreciación pública. No son las ideas, la conducta, las hazañas intelectuales y científicas, sociales o culturales, las que hacen que un individuo descuelle y gane el respeto y la admiración de sus contemporáneos y se convierta en un modelo para los jóvenes, sino las personas más aptas para ocupar las primeras planas de la información, así sea por los goles que mete, los millones que gasta en fiestas faraónicas o los escándalos que protagoniza. La información, en consecuencia, concede cada vez más espacio, tiempo, talento y entusiasmo a ese género de personajes y sucesos. Es verdad que siempre existió, en el pasado, un periodismo excremental, que explotaba la maledicencia y la impudicia en todas sus manifestaciones, pero solía estar al margen, en una semiclandestinidad donde lo mantenían, más que leyes y reglamentos, los valores y la cultura imperantes. Hoy ese periodismo ha ganado derecho de ciudad pues los valores vigentes lo han legitimado. Frivolidad, banalidad, estupidización acelerada del promedio es uno de los inesperados resultados de ser, hoy, más libres que nunca en el pasado.

Esto no es una requisitoria contra la libertad, sino contra una deriva perversa de ella, que puede, si no se le pone coto, suicidarla. Porque no sólo desaparece la libertad cuando la reprimen o la censuran los gobiernos despóticos. Otra manera de acabar con ella es vaciándola de sustancia, desnaturalizándola, escudándose en ella para justificar atropellos y tráficos indignos contra los derechos civiles.

La existencia de este fenómeno es un efecto lateral de dos conquistas básicas de la civilización: la libertad y el mercado. Ambas han contribuido extraordinariamente al progreso material y cultural de la humanidad, a la creación del individuo soberano y al reconocimiento de sus derechos, a la coexistencia, a hacer retroceder la pobreza, la ignorancia y la explotación. Al mismo tiempo, la libertad ha permitido que esa reorientación del periodismo hacia la meta primordial de divertir a lectores, oyentes y televidentes, fuera desarrollándose en proporciones cancerosas, atizada por la competencia que los mercados exigen. Si hay un público ávido de ese alimento, los medios se lo dan, y si ese público, educado (o maleducado, más bien) por ese producto periodístico, lo exige cada vez en mayores dosis, divertir será el motor y el combustible de los medios cada día más, al extremo de que en todas las secciones y formas del periodismo aquella predisposición va dejando su impronta, su marca distorsionadora. Hay, desde luego, quienes dicen que más bien ocurre lo opuesto: que la chismografía, el esnobismo, la frivolidad y el escándalo han prendido en el gran público por culpa de los medios, lo que sin duda también es cierto, pues una cosa y la otra no se excluyen, se complementan.

Cualquier intento de frenar legalmente el amarillismo periodístico equivaldría a establecer un sistema de censura y eso tendría consecuencias trágicas para el funcionamiento de la democracia. La idea de que el poder judicial puede, sancionando caso por caso, poner límite al libertinaje y violación sistemática de la privacidad y el derecho al honor de los ciudadanos, es una posibilidad abstracta totalmente desprovista de consecuencias, en términos realistas. Porque la raíz del mal es anterior a esos mecanismos: está en una cultura que ha hecho de la diversión el valor supremo de la existencia, al cual todos los viejos valores, la decencia, el cuidado de las formas, la ética, los derechos individuales, pueden ser sacrificados sin el menor cargo de conciencia. Estamos, pues, condenados, nosotros, ciudadanos de los países libres y privilegiados del planeta, a que las tetas y culos de los famosos y sus “bellaquerías” gongorinas, sigan siendo nuestro alimento cotidiano.

jueves, 24 de mayo de 2007

Tribus urbanas

Tribus urbanasDe un tiempo a esta parte se ha instalado el término "tribus urbanas"  para referirse a las diferentes agrupaciones de jóvenes que comparten algún interés común junto con una alta necesidad de pertenencia. Es así como surgen grupos tales como los "emo", "otakus", "pokemon", "okupas", "anarquistas", "skinheads", "neonazis", etc.

El discurso común de sociólogos y psicólogos es que estos grupos se forman básicamente en el contexto de una búsqueda de espacios de expresión y de identidad propia, debido a que la sociedad no satisface sus expectativas.

La mayor parte de estos grupos son inofensivos y no se diferencian mucho de algun grupo de interés normal. El problema son aquellas tribus urbanas de carácter abiertamente violentista y delictual. Hay una línea muy delgada entre este tipo de tribus y el pandillismo común y corriente.

Es peligroso tratar de justificar el accionar delictual de muchas estas tribus apelando a que "estos chicos solamente buscan un espacio de expresión". He escuchado a varios sociólogos argumentando de esta forma.

Ningún acto delictual es justificable. Las tribus urbanas deben validarse en base al respeto a las personas y a la propiedad pública y privada. Sólo en estos términos pueden ser aceptadas en el seno de una sociedad no excluyente.

martes, 22 de mayo de 2007

Cifras para pensar

La siguiente presentación contiene datos y cifras que ayudan a comprender la magnitud del cambio tecnológico y cultural que estamos viviendo actualmente.

[slideshare id=33834&doc=shift-happens-23665&w=425]

domingo, 13 de mayo de 2007

Hyperaprendizaje

HyperaprendizajeHoy en la mañana estuve viendo un programa en la televisión, en donde estrevistaban a Hervé Fisher, artista y filósofo, quien manifestaba que la educación actual debiera ser guiada más por la lógica del multienlazado (algo así como el hipertexto) que por la linealidad típica que caracteriza a los sistemas educacionales actuales. De  este modo, debieran usarse las TI adoptando la filosofía del hypertexto o hypermedia en vez de solamente subir documentos a la web  complementando una clase expositiva.

Es incuestionable el valor y las posibilidades de acción que surgen de tales esquemas de "hyperaprendizaje". De partida, el aparente desorden de contenidos en un curso diseñado con este esquema, aporta mucho desde el punto de vista de fomentar la capacidad de análisis de la información, enriqueciendo y acelerando la capacidad interpretativa y de formación de juicios.

Sin embargo, como todas las cosas, esto también tiene su límite. Hay materias o contenidos que, por su naturaleza, es mejor que sean enseñados de una forma más lineal. Así, por ejemplo, las materias que describen procesos (químicos, biológicos, matemáticos, etc.) deben mantener necesariamente una linealidad en su enseñanza puesto que dichos procesos se organizan en una secuencialidad lineal que le es propia.

Más generalmente, los propios procesos de enseñanza-aprendizaje, son procesos que articulan diversos contenidos en función de determinados niveles de logro. De esta forma, la gestión del aprendizaje es también lineal dada su secuencialidad.