La Organización de Estado Americanos (OEA) y varios presidentes de la región, entre ellos Michelle Bachelet de Chile, han reaccionado airadamente condenando el "golpe militar" ocurrido recientemente en Honduras. Esta sobrereacción tiene más características de reflejo condicionado que de una reacción objetivamente meditada. Tal vez esta sobrerreacción se explique por la persistencia de traumas derivados del pasado golpista que caracterizó a América Latina.
Sin embargo, lo ocurrido en Honduras dista bastante de ser una aventura militar liderada por un grupo de golpistas sediciosos. La crisis partió cuando el presidente destituído, Manuel Zelaya, intenta convocar una asamblea constituyente sin mediar aprobación del Congreso, que es lo que exige la actual constitución que Zelaya juró respetar cuando asumió como presidente. Ante esta situación, Manuel Zelaya de todas maneras llama a referendo para convocar a la asamblea constituyente, probablemente influído por su colega Chávez de Venezuela. El Congreso apela a la Corte Suprema, la cual dictamina que el referendo era inconstitucional e instruyó al ejército no llevar a cabo la logística del voto, lo que es su tarea habitual.
El comandante del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, el general Romeo Vásquez Velásquez, le dijo al presidente que tendría que obedecer. Zelaya lo destituyó inmediatamente. La Corte Suprema ordenó que lo restituyeran, pero Zelaya se negó. Finalmente el congreso declara que el presidente está inhabilitado para ejercer sus funciones, Zelaya es arrestado y deportado a Costa Rica, en tanto que en Honduras el Congreso designa a Roberto Micheletti como presidente interino de Honduras hasta noviembre de este año, cuando se efectuarán nuevas elecciones.
Este es el contexto en que sucede el "golpe de estado". Sin embargo, la OEA reacciona como un autómata condenando el "golpe" sin detenerse a analizar ni un segundo dicho contexto. José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, impulsa la suspensión de Honduras en la OEA al mismo tiempo que promovió recientemente la reincorporación de Cuba a la OEA, no existiendo en Cuba ningún atisbo de democracia.
¿Cuál es la lógica que sustenta el accionar del secretario general de la OEA?. Ninguna lógica. Solo un parcialismo y subjetividad a toda prueba. Ve una dictadura donde no la hay (de hecho la Iglesia Católica reconoce hoy al gobierno de Roberto Micheletti en Honduras) y ve una democracia donde no la hay (Cuba).
Con estas autoridades, la OEA carece hoy de toda autoridad moral para intervenir en los asuntos legales internos de los países latinoamericanos. Lo mejor que puede hacer Insulza es cerrar la boca, retirarse de la OEA y volverse para su casa a tratar de ayudar a sus amigos socialistas que gobiernan hoy en Chile. Insulza es mejor en la lógica de la política partidista que en cargos que requieren más altura de miras.
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