Se llama sistema económico a la forma en la que se organiza la actividad económica de una sociedad, la producción de bienes y servicios y su distribución entre sus miembros. Cada sistema económico se caracteriza por su ordenamiento jurídico que especifica el régimen de propiedad y las condiciones de contratación entre particulares. Es el estado el que elabora e impone ese ordenamiento jurídico y se reserva para sí ciertos ámbitos y formas de actuación. El sistema económico sirve por tanto para determinar qué agentes y en qué condiciones podrán adoptar decisiones económicas.
En el siglo veinte han coexistido sistemas opuestos en diferentes partes del mundo que mostraban similar desarrollo de las fuerzas productivas. El estado ha dominado la economía en países europeos desarrollados o en países africanos o asiáticos subdesarrollados. Las transformaciones sociales siguen siendo dirigidas por grupos de poder, ejército, religiosos, burócratas. No ha sido el ordenamiento jurídico del capitalismo el que ha bloqueado el desarrollo económico, antes al contrario, han sido algunas instituciones jurídicas pretendidamente emanadas de las propuestas marxistas las que, limitando la libertad de los individuos, han frenado la evolución del comercio y la producción, de las artes y las ciencias.
Ciertamente, el mercado, por sí solo, ha mostrado también su incapacidad para resolver de forma satisfactoria las necesidades elementales de gran parte de la humanidad. De hecho, los países que han alcanzado un grado más alto y más armónico de desarrollo, compatibilizándolo con las libertades individuales, con el estímulo a la creatividad artística y a la investigación científica y tecnológica, lo han conseguido gracias a un sistema económico que mezcla el libre mercado con la intervención del estado. Y entre esos países hay que incluir los Estados Unidos y otros que a los ojos del mundo aparecen como abanderados del mercado y del liberalismo.
En nuestros días continúa la vieja polémica, unos pidiendo “más mercado” y otros pidiendo “más estado”. En una sociedad humana viva, en continua evolución, no hay forma teórica de resolver la cuestión. No puede haber una demostración “científica” de qué proporción entre mercado y estado es la más conveniente, o la más justa. Diversas personas y grupos, con diversas ideologías e intereses, son partidarios de una u otra proporción. Se llamen liberales, socialdemócratas, conservadores, progresistas, laboristas, comunistas, radicales, de izquierdas o de derechas, están simplemente presionando en una dirección o en otra, hacia el mercado o hacia el estado, con más o menos fuerza.
La organización que adoptarán las sociedades humanas en el futuro no está escrita en ningún libro sagrado ni determinada por ninguna ley histórica: será la consecuencia de las decisiones que están adoptando en el presente un gran número de individuos y grupos sociales. Muchos confiamos en que ese sistema futuro satisfaga nuestros más íntimos anhelos de solidaridad, cooperación y equidad, que permita la desaparición del hambre, la miseria y la marginación y que todo ello sea compatible con el respeto a los derechos humanos y el impulso a la creatividad individual
El capitalismo
Si se acepta el sentido más amplio, se pueden distinguir diversas fases de capitalismo. Se llama capitalismo mercantil al surgido en la edad media ycapitalismo industrial al surgido tras la industrialización. Lenin utilizó la palabra imperialismo para referirse a la “fase superior del capitalismo”. Otros prefieren hablar de capitalismo financiero para referirse al sistema económico dominante en los países de occidente durante la mayor parte del siglo XX.
Sea cual sea el espacio temporal que se utilice para definir el concepto de ‘capitalismo’ una característica que la mayoría de las personas consideran distintiva del sistema capitalista es el papel preponderante de la libre iniciativa empresarial y de la libertad de contratación. Otra posible definición, por tanto, sería decir que el capitalismo es el sistema económico en el que la economía de libre mercado es dominante. Pero esa definición también puede ser muy insatisfactoria ya que entra en contradicción con las que hemos ofrecido más arriba.
Al estudiar la historia encontramos multitud de períodos y países en los que la libertad de mercado ha sido dominante. Pensemos, por ejemplo, en el Imperio Romano, en el que todos los ciudadanos podían comprar, vender y comerciar. Sabemos que también hubo entonces producción en masa de muchos productos (salsa garum, lámparas de aceite, ánforas, etc.). También fue dominante el libre mercado en la Grecia clásica, en las ciudades fenicias, en los países atravesados por la Ruta de la Seda… E incluso en los imperios de Mesopotamia y Egipto, en los que había un mayor peso del aparato político, militar y religioso, sabemos que los mercaderes circulaban con gran libertad: se han encontrado documentos contables y contratos mercantiles entre particulares de miles de años de antigüedad procedentes de todas las épocas de todos los imperios. No tenemos información suficiente para medir que proporción del producto nacional de los Hititas, por ejemplo, estaba bajo el control del palacio, del templo o de los particulares.
Ahora sí. Ahora si podemos medir con precisión la proporción que representa sobre el PIB los ingresos y los gastos públicos de los estados modernos. Además, la legislación actual de los países más desarrollados controla con extraordinaria minuciosidad la actividad económica privada. Posiblemente más que nunca. La información de que disponen los gobiernos actuales y los desarrollos de la ciencia económica y de la técnica jurídica nos puede permitir afirmar que nunca en la historia hubo un control tan grande de los gobiernos sobre el sistema económico como el que hay en estos momentos.
Después de lo que acabamos de ver ¿Se puede seguir creyendo en la existencia de un sistema capitalista? ¿Se puede seguir creyendo que el sistema económico actual es esencialmente distinto del que hubo en la Babilonia de Nabucodonosor? Algunos lo dudamos.
Para encontrar las características distintivas del sistema económico actual debemos mirar quizá no al papel del estado y la iniciativa privada, sino al papel de las tecnologías de la información.
En el siglo XIX, como consecuencia del desarrollo de nuevos métodos de comunicación y transporte los cambios empiezan a acelerarse aún más. La máquina de vapor se aplica a los ferrocarriles y a los buques. Con el siguiente siglo llegan los automóviles y los aviones. Bell pone en marcha el teléfono. Marconi, la radio. Los imperios europeos pueden recibir informaciones y enviar tropas rápidamente a cualquier parte del mundo. El nuevo sistema económico se expande e impone en todo el globo.
También por primera vez hay un esfuerzo por analizar y comprender su funcionamiento y controlar su evolución. La ciencia económica actual apunta al mecanismo de determinación de precios en mercados libres como la clave del sistema capitalista. Es por ello que recibe también el nombre de sistema de economía de mercado.
El Sistema Económico del futuro
Al igual que la imprenta, abaratando los libros, promovió que mucha gente leyera, Internet, abaratando los costes de publicación y difusión, está promoviendo que mucha gente escriba. La expresión “comunicación de masas” tiene un nuevo sentido desde la popularización de Internet; hasta ahora significaba comunicación “de pocos a muchos”, ahora significa “de muchos a muchos”. Cuando se bucea al azar por Internet resulta asombroso constatar la cantidad y la calidad de los individuos que publican páginas web. Decimos calidad de los individuos, no de las páginas. Es asombroso comprobar que hay centenares de miles de páginas escritas por adolescentes, o por pequeños empresarios, o por simples aficionados que nunca hubieran escrito o publicado ni una sola línea en su vida de no ser por Internet.
Internet y el comercio electrónico puede tener efectos positivos y negativos desde el punto de vista de los países en desarrollo. Por una parte, las nuevas tecnologías tienen un efecto equilibrador. Cualquier fabricante de alfombras de Túnez puede poner una página web que tendrá los mismos colores, el mismo tamaño y estará a la misma distancia del teclado del consumidor que el departamento de alfombras de los almacenes Harrods de Londres; y además a un precio asequible a cualquier pequeño empresario. Pero, por otra parte, puede tener también un efecto de profundización de las diferencias económicas. Lo que está ocurriendo es que los países ricos y las grandes multinacionales se han apresurado a usar las nuevas tecnologías, aumentando así, una vez más, las diferencias entre los grandes y los pequeños, ricos y los pobres.
Mirando al sistema económico del futuro, no vemos razones para que desaparezca el viejo conflicto entre el individuo y el estado, pero sí para que cambie de manera substancial. Es posible que el individuo sea cada vez más libre de “perseguir su felicidad”; pero en esa libre persecución es previsible que haya muchos perdedores que caigan por el camino. Parece muy conveniente pues que el estado tenga capacidad para intervenir y ayudar a los más atrasados, que coja parte de los beneficios que se consiguen gracias al conocimiento acumulado durante toda la historia de la humanidad y los redistribuya entre todos. Eso no va a cambiar o, en cualquier caso, habrá muchos que así lo demanden.
Pero ese estado tiene que cambiar también de forma substancial. Si las empresas son multinacionales y los beneficios son globales, la redistribución también debe ser global. Las instituciones y organismos públicos de carácter internacional están creciendo en número, en tamaño, en diversidad, en efectividad… y en agresividad. Podemos interpretar estos fenómenos como el surgimiento de un imperio, de un gobierno mundial. Y eso significa el debilitamiento de los viejos estados e imperios.
Todos estos fenómenos son tan diferentes a todo lo que ha conocido el ser humano en su historia que permiten considerar que la organización económica que está surgiendo será un sistema completamente distinto a todos los anteriores. Ojalá que sea mejor.
Fuente:
Extracto de: Martínez Coll, Juan Carlos (2001): “Historia económica de la humanidad” en La Economía de Mercado, virtudes e inconvenientes
http://www.eumed.net/cursecon/1/ edición del 07 de marzo de 2005.