domingo, 3 de octubre de 2010

Los Derechos Ancestrales

Después de más de 80 días de huelga de hambre, los comuneros mapuches finalmente dieron por terminada su huelga de hambre. El gobierno cambió la ley antiterrorista, de manera que los comuneros mapuches serán procesados por la justicia ordinaria sin presuponer intenciones terroristas en sus actos.

De este modo, ayer sábado 02 de octubre, grupos de encapuchados intentaron nuevamente tomarse el fundo  La Romana, perteneciente al empresario agrícola René Urban, en la comuna de Ercilla, región de La Araucanía (René Urban ha sido víctima de ataques incendiarios armados, ocupaciones, muerte y robo de sus animales, en al menos 64 ocasiones). En otras palabras, vuelven las cosas a su normalidad, es decir, al accionar de grupos de exaltados que perpetran actos de violencia, demandando la recuperación de sus territorios ancestrales mapuches que han sido "usurpados" por los chilenos mestizos.

El trasfondo de todo esto es la creencia, aceptada por buena parte de la sociedad, de que existen derechos ancestrales aplicables a sólo un segmento de la población que comparte determinada características étnicas, por sobre el resto de la sociedad que no posee ningún tipo de derecho ancestral. Esto significaría que el resto de los chilenos mestizos no tenemos ningún tipo de herencia genética. Nuestros genes serían totalmente nuevos, desarrollados en algún laboratorio de experimentación.

Lo cierto es que todos los habitantes del planeta tenemos en nuestros genes una herencia que da cuenta de un determinado pasado genético, producto del cual tendríamos determinados derechos ancestrales. Sin embargo, carece de todo sentido emprender la tarea de averiguar qué cuota de derechos ancestrales le corresponde a cada habitante del planeta. Sería una tarea que provocaría interminables disputas que sólo instalarían un odioso divisionismo de tipo racista.

Parece más sensato, entonces, que la sociedad en general y los gobiernos en particular trabajen por desarrollar e implementar políticas de igualdad de oportunidades, más que atender a supuestos derechos ancestrales de corte racista.

En otras palabras, carece de toda coherencia lógica pretender que un ciudadano mapuche, dueño de un determinado predio, debiera tener más derechos y privilegios que un ciudadano obrero de la construcción que vive de allegado en una casa de La Pintana. Ambos comparten las mismas necesidades. No es justo entonces que uno deba vivir de su propio trabajo y esfuerzo personal mientras otro reciba diversos subsidios estatales. Lo justo, de verdadera justicia social, es que todos los chilenos, atendiendo a sus necesidades, reciban las mismas ayudas y beneficios sociales por parte del Estado. Sin distinciones de raza o creencias, sin apelar a supuestos derechos ancestrales de ningún tipo.

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