Ahora todo el mundo culpa al municipio por lo sucedido. Que no supo tomar las respectivas medidas preventivas para evitar el siniestro, que no ha sabido moverse con celeridad para ayudar a los afectados, etc.
¿Dónde está la responsabilidad de los afectados?. Siendo ellos los más interesados, ¿no debieron haber estado más preocupados por mantener en debidas condiciones su lugar de trabajo?. Es extraño cómo la población asuma como normal un rol permanentemente asistencialista por parte de los "otros", reflejado por el Estado, en desmedro del emprendimiento propio.
Lo más peligroso de todo esto es cuando los gobiernos populistas se aprovechan de este sentimiento para meter la mano en los bolsillos de quienes generan riqueza y repartirla entre "los desposeídos", tal como está sucediendo hoy en Argentina con la denominada "crisis del campo". Cristina Kitchner decidió aumentar a un 44% las retenciones de las exportaciones agrícolas con el fin de redistribuir estos ingresos en "políticas sociales". Es bien fácil ser caritativo con el dinero ajeno.
No es malo mantener polícas públicas de asistencia social. Lo malo es basar dichas políticas en un asistencialismo permanente en el contexto donde las personas emprendedoras requieren del estado las herramientas necesarias para progresar. En otras palabras, no necesitan los pescados, sino que les enseñen a pescar.
La implementación del asistencialismo como norma estatal acarrea por lo menos dos consecuencias negativas:
- Les asigna a los emprendedores un rol de peleles, incapaces de guiar su propio destino.
- El aumento exagerado de impuestos desincentiva la generación de riqueza, matando las gallinas de los huevos de oro, de donde salen los impuestos. Esto trae como consecuencia un estancamiento en la economía puesto que el progreso no lo hacen los gobiernos, lo hacen los individuos.
El rol social del estado debiera centrarse en subsidiar el esfuerzo individual, confiando más en dicho esfuerzo, puesto que es el único que a largo plazo genera riqueza y empleos.