
Por esta razón, en EEUU todos los materiales educativos que se compran con fondos federales deben presentar un respaldo científico que compruebe su efectividad y hasta ahora ninguno de ellos lo ha hecho, e incluso diversas investigaciones externas a las compañías productoras han llegado a la conclusión de que los softwares no funcionan mejor que los materiales tradicionales.
La razón de fondo que explica esto radica en el hecho de que prácticamente todos los softwares educativos apuntan a sistematizar procedimientos centrados en la didáctica, que no fomentan la creatividad o imaginación.
Las habilidades lectoras y de comprensión de textos se desarrollan en el contexto de los procesos interpretativos que se desencadenan en el lector. Estos procesos son mejores en la medida que es mayor la capacidad imaginativa del lector.
En este contexto, las técnicas pedagógicas centradas en la didáctica no tienen nada nuevo que aportar y, mucho menos, un software que se base en tales técnicas.
Así, por ejemplo, un profesor de biología debiera tener la capacidad de encantar a sus alumnos en el mundo de la biología, haciendo sentir biólogos a sus alumnos, navegando fluidamente en el dominio ontológico de la biología.
Para esto es vital conocer profundamente el dominio de la biología y poseer avanzadas capacidades comunicacionales que motiven su descubrimiento por parte de los alumnos. En este sentido, el profesor actúa más como un guía que como un relator.
Desde este punto de vista, hace falta software que apoye este tipo de procesos y no solamente la didáctica.
Finalmente, desde la perspectiva del profesorado, tal vez hacen más falta personas con un buen dominio en un área del conocimiento y con adecuadas capacidades comunicacionales que profesores formados con demasiado énfasis en la didáctica.